BUENOS AIRES — Tras la peor semana del gobierno, que incluyó una derrota electoral y un cruce público con su vicepresidenta, el mandatario Alberto Fernández le tomó juramento el lunes a seis nuevos ministros con los que buscará darle otra impronta a la gestión de cara a las elecciones legislativas de noviembre en Argentina.
Los ministros que asumieron en un acto en la Casa de Gobierno fueron Juan Manzur (jefe de gabinete), Santiago Cafiero (Canciller), Aníbal Fernández (ministerio de Seguridad), Julián Domínguez (Ganadería, Agricultura y Pesca), Julián Perzyck (Educación) y Daniel Filmus (Ciencia y Tecnología).
En tanto que Juan Ross fue designado como nuevo secretario de Comunicación y Prensa.
LA DERROTA ELECTORAL DESATÓ LA CRISIS EN EL GOBIERNO DE ALBERTO FERNÁNDEZ
El cambio de ministros fue resultado de la crisis que se desató en el oficialismo el 12 de septiembre con la derrota en las primarias para elegir los candidatos que competirán en las elecciones legislativas de noviembre.
El peronista Frente de Todos obtuvo 31.80% de los votos en todo el país y el frente opositor Juntos por el Cambio alcanzó 41.50% en las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO). De confirmarse esta tendencia el 14 de noviembre, el oficialismo perdería el control de la cámara alta y la mayoría simple en la cámara baja.
Días después la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, quien gobernó el país entre 2007 y 2015, hizo públicas sus objeciones a la política económica, así como también al desempeño de algunos ministros, por lo que le reclamó al presidente un cambio de rumbo.
Cuatro de los nuevos ministros (Manzur, Fernández, Domínguez y Filmus) ocuparon cargos durante la gestión de Fernández de Kirchner, por lo que los cambios en el gabinete se interpretaron como un avance de la vicepresidenta sobre varios casilleros del gobierno.
La exmandataria no estuvo presente en la asunción de los nuevos ministros. Sí concurrió su hijo mayor Máximo Kirchner, quien es el líder del bloque de diputados oficialistas en el Congreso.
“Nosotros debatimos de cara a la gente, nunca los debates me han afectado. No me han preocupado. Me preocupa mucho más un movimiento silenciado, obediente, que no discute”, dijo el presidente en un intento por dejar atrás la disputa. “A lo largo de la semana escuché a muchos y muchas, porque quiero cumplir con mi palabra de entender por qué la gente votó como votó”.
Los analistas son escépticos sobre esta aparente tregua entre los dos máximos referentes de la coalición gobernante, así como también con las posibilidades del oficialismo de dar vuelta el resultado de las primarias.
“No es fácil recomponer la coalición de poder del Frente de Todos”, opinó Rosando Fraga, de la consultora Nueva Mayoría. No descartó, sin embargo, “un cese de hostilidades hasta la elección, dados los intereses electorales del oficialismo. No es lógica esta crisis para el gobierno, porque reduce sus posibilidades de mejorar los resultados en la elección de noviembre y deja muy debilitada la gobernabilidad”.
El presidente adelantó que en los próximos días lanzará una batería de medidas para atender a los sectores de la población más afectados por la crisis económica que se vio agravada por la pandemia.
No dio detalles, pero aumentaría los montos de los subsidios sociales, jubilaciones y salario mínimo en momentos en que el poder adquisitivo de la población se ha depreciado con una inflación superior al 50% en los últimos meses.
Para Víctor Beker, director del Centro de Estudios de la Nueva Economía (CENE) de la Universidad de Belgrano, “la opción que parece ser la elegida es interpretar que la debacle electoral puede contrarrestarse ‘poniendo plata en el bolsillo de la gente’, para generar un shock de consumo”.
Sin embargo, el académico advirtió que “esta estrategia tropezaría con la dificultad que plantea para su implementación un gobierno debilitado y fracturado. Además, si el resultado de noviembre no fuera el esperado, podrían reeditarse las 72 horas de furia de la semana pasada”.