SAN DIEGO -La desesperación y el anhelo por encontrar una mejor vida no tiene edad, pero sí podría tener un precio. Cada vez son más los menores migrantes que, a pesar de su corto recorrido por la vida, se enfrentan solos a lo desconocido para lograr el sueño americano. Pero antes de llegar a la frontera a solicitar asilo, viven un recorrido que, en ocasiones, los aleja de su infancia para ponerlos en el camino del peligro y la incertidumbre.
Los migrantes no acompañados en busca de asilo continúan llegando por miles a la frontera sur entre México y Estados Unidos.
Uno de esos menores es Juan Felipe. Su madre vivió un tormento tras no saber de él por varias semanas mientras se encontraba en manos del gobierno estadunidense. El pequeño, de 6 años, cruzó la frontera con su padrastro, su hermano mayor y su abuelita, pero al entregarse a las autoridades para pedir asilo político, lo separaron como si hubiera venido solo y fue tratado como un menor no acompañado.
Afortunadamente Juan Felipe ya se reencontró con su madre y como él miles de otros han pasado semanas alejados de sus seres queridos.
Son tantos que algunos están siendo enviados de manera temporal a refugios improvisados como en el Centro de Convenciones de San Diego. Han sido uno y otro, los autobuses que llegan con los menores procedentes de Centroamérica.
Una vez en San Diego, según las autoridades del condado, duermen en camas separadas, pero esa no es la realidad de todos, y las imágenes dicen más que mil palabras.
En Donna, Texas, muchos han descansado en hacinados, cubiertos con mantas de aluminio y sin distanciamiento físico a pesar de la contingencia sanitaria, pero según expertos, esto no es lo más difícil para ellos.
Algunos, como un menor de Nicaragua, de 10 años fue encontrado solo y llorando en el desierto de Texas. Entre lágrimas, decía que había sido abandonado y que temía por su vida. Traumas como estos, de acuerdo con expertos, son muy comunes.
"Encontré a tres niños que venían huyendo de las maras", dijo Profesora Chantal Lucero, Investigadora de la resiliencia migratoria de menores migrantes.
Lucero lleva nueve años investigando los obstáculos que los menores enfrentan en sus viajes. Incluso se ha trasladado hasta la frontera sur entre México y Guatemala para hablar directamente con los niños.
"Una de las cosas que yo les pregunto es, ‘¿A qué le tienes más miedo en tu viaje?’ Tenían miedo principalmente a caer en las garras del narcotráfico, a toda la violencia que se vive en México y tenían miedo subirse a la Bestia", dijo Lucero.
Lucero agrega que, a pesar de su corta vida, algunos tienen que dejar a un lado su inocencia para enfrentarse a duros golpes.
"Uno de ellos vio que mataban a alguien", dijo Lucero.
Según la profesora de la Universidad de Baja California, se trató de una rencilla entre grupos de migrantes.
"Él vio cómo sacaron un cuchillo y lo acuchillaron, lo acribillaron".
Ese es solo un ejemplo de los posibles desafíos, pero, ¿será posible que estos migrantes no acompañados superen los obstáculos?
"Los más chiquitos tratan de ocultarlos o en su imaginación sí son traumas para ellos pero tratan de sobrellevarlos", dijo la profesora.
La profesora añade que la edad cuenta mucho.
"Ya cuando tienen ciertos años, 14, 15 o 16 ya está conscientes que en cualquier punto en el camino van a presentar una situación difícil", dijo Lucero.
Lo que además asegura esta experta es que en su trayecto, los menores generan resiliencia para sobrevivir entre lo desconocido.
"Una de las estrategias es mimetizarse, por ejemplo, empiezan a hablar como mexicanos para pasar desapercibidos," dijo Lucero.
Además, aprenden a diferenciar la confianza y la desconfianza con los extraños.
"Ellos empiezan a hacer sinergias con otros migrantes que les van dando pistas, “vete por aquí, vete por allá", agregó Lucero.
Pero a pesar de su travesía, acompañados por un adulto o no, todos tiene muy clara su meta.
Según la experta los migrantes menores que han hecho la travesía para llegar a la frontera "no se quieren quedar en México, ellos quieren cruzar a los Estados Unidos".
La profesora además comentó que las niñas tienen una estrategia de viaje muy distinta a los varones. Dice que ellas típicamente viajan acompañadas por al menos un familiar porque saben que el peligro de la trata de personas es mucho mayor.