TIJUANA- En la frontera hay miles de migrantes esperando la oportunidad de solicitar asilo en Estados Unidos. Muchos de ellos originarios de Michoacán y de Guerrero que han huido de sus lugares de origen dejando todo para salvar sus vidas.
“Gloria”, originaria de La Huacana, Michoacán, a sus 72 años se convirtió en migrante. Ella llegó a la frontera con su nieta y los únicos miembros de su familia que aún viven.
“Y nos quitaron todo mamita y me golpearon me quebraron todos estos huesos”, dijo a TELEMUNDO 20.
El crimen organizado no sólo le arrebató el patrimonio familiar de casi mil hectáreas en la Huacana, sino también la vida de su hija, quien denunció el despojo de las tierras, lo que le causó la muerte.
“Se llevaron a mi hija, la única que tenía, se la llevaron a puros jalones y yo quise agarrarla para quitárselas y no pude, me patearon y me ‘jondearon’ para allá”, relató la abuelita entre lágrimas.
Ahora en una silla de ruedas, sin poder caminar por aquella fractura, y con el corazón roto, vive aún con la esperanza de lograr cruzar a Estados Unidos por un asilo político.
“Se murió mi esposo hace cuatro meses, me quedaba una hija me la mataron, ya yo sola y sin poder ni andar, tengo esperanzas de que me ayuden me dejen pasar porque allá tengo unos sobrinos y familiares”, agregó la abuelita.
Y es que en México nada les queda. Pues por tratar de defender lo suyo, perdieron mucho más, según dijo su nieta “Cristina”.
“A mi tía la asesinaron porque ella sí levantó la denuncia a las autoridades porque la despojaron de todos sus bienes. Ni siquiera nos dieron la oportunidad de ir a reclamar su cuerpo porque ya nos estaban esperando para asesinarnos también a nosotros”, dijo “Cristina”.
Y es que en la frontera las denuncias de migrantes se siguen acumulando. Pues son necesarias para demostrar evidencias en su proceso de asilo, sin embargo, por temor, muchos no las realizan en sus estados.
De acuerdo con el pastor Albert Rivera, tan solo en su albergue, hay más de 1,500 denuncias, muchas son de secuestro, trata de personas, desaparecidos, desplazados y amenazas.
Por lo que michoacanos como José, huyeron sin ninguna otra opción.
“Preferí dejar las tierras para salvar mi vida. Así que si no me salgo yo también me hubieran hecho lo mismo, mejor me vine, les dejé las tierras, todo el ejido, es grande, somos treinta, y tantos ejidatarios, más de 7,000 hectáreas, pero mejor las dejamos, pues el gobierno tampoco puede hacer nada tampoco”, dijo José.
Ahora se mantienen en un albergue para migrantes, contando los días y viviendo con el recuerdo y el miedo a cuestas, mientras esperan una posibilidad de vivir con tranquilidad la que llaman la última etapa de su vida.
“Qué tanto pueda vivir ya, yo digo que ya no es mucho, pero lo que dios diga y no que me maten”, puntualizó la abuelita.