TIJUANA- La deportación es un proceso difícil por el que atraviesan miles de hombres y mujeres en la frontera, cuando ésta llega en la tercera edad, es aún más complicado. Sobre todo para aquellos que están solos en una ciudad desconocida.
Y en Tijuana hay quienes buscan apoyarlos y llevarles comida y ayuda para que esta parte de la población sigan adelante. Se trata de la iniciativa de comedores urbanos impulsada por la fundación binacional “Tijuana Sin Hambre”.
Maru Riqué, directora de la fundación, comentó a TELEMUNDO 20 que los espacios para atender a esta comunidad vulnerable cada vez están más saturados.
“No hay suficientes albergues los pocos que hay están a su máxima capacidad entonces lo menos que podemos hacer es alimentarlos aparte del estómago, pues alimentarles el corazón, hacerlos sentir mejor”, dijo Riqué.
Este domingo se instaló por primera vez, el comedor urbano, en la casa del deportado en la colonia Castillo en Tijuana para apoyar a personas como Manuel Núñez Meléndez, quien hace apenas dos meses fue deportado de Riverside, California a sus 61 años de edad.
Entre lágrimas, dijo sufrir la soledad de la calle, esperando tener contacto con sus familiares del otro lado de la frontera.
“Me andaban buscando pero no me han hallado y yo quisiera ya alivianarme verdad, porque es muy triste andar en la calle, con este frío, la otra vez me agarró la lluvia ahí en la calle y me mojé todo”, comentó Núñez Meléndez.
En plena banqueta, con una mesa, donaciones encaminadas y ganas de ayudar, se prepararon los alimentos y la ropa que este domingo recibieron decenas de personas que han dejado su vida en Estados Unidos y llegado a una ciudad desconocida o que también viven en situación de calle.
Local
Por más de una década, Perla del Mar Hernández, directora de Casa del Deportado ha buscado la forma de ayudar a quienes como ella han pasado una situación complicada. Y es a través de la unión entre su albergue y la fundación binacional, como se pueden multiplicar los apoyos para quienes más lo necesitan.
“Me siento contenta porque esta Fundación se acercó con nosotros a darnos esa gran ayuda de comida que nosotros necesitamos aquí en el albergue”, dijo Hernández.
Pues aunque han bajado las donaciones la voluntad de ayudar se mantiene firme en esta casa del deportado, a donde acude regularmente José Luis Pires Cruz, quien espera recibir noticias de su familia en Estados Unidos.
“Me deportaron express y no tuve tiempo de agarrar teléfono ni nada si alguien me ve o me escucha aquí estoy en Tijuana”, dijo Pires Cruz.
Como el resto de sus compañeros, la calle ha sido su refugio.
“Si tengo dinero para albergue pues ahí, y sino pues me quedo en la calle”, mencionó.
A través de este proyecto de los comedores urbanos de “Tijuana Sin Hambre” se llegan atender a 250 personas a la semana, brindándoles alimento y ahora también una mejor apariencia. Pues con un baño, corte de pelo y afeitada buscan mejorar no solo su apariencia sino también su estado de ánimo.
Por lo que estilistas y peluqueros se sumaron a la labor.
Uno de ellos fue Francisco, un joven peluquero de apenas 15 años.
“Así se da cuenta la comunidad de que tiene que ayudar a las personas que están en la calle y es un apoyo”, señaló.
Pues algo para muchos cotidiano, para ellos puede marcar una gran diferencia.
“Este algo bonito que se siente un poquito mejor y yo voy a hacer la lucha ya de alivianarme”, puntualizó Manuel Núñez.
Son dos comedores urbanos que la fundación binacional opera los días domingo, lunes y miércoles en la zona norte de Tijuana, a través del voluntariado y la donación de despensa por parte de la comunidad de ambos lados de la frontera para poder alimentar a quienes más lo necesitan.
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