UVALDE, Texas — El martes debería haber sido un día de triunfo para Maite Rodriguez, de 10 años. En cambio, fue el día en que murió.
Maite estaba entre los 19 alumnos y dos maestras que fueron baleados de muerte en la Escuela Primaria Robb de la localidad de Uvalde, en el suroeste de Texas. El agresor armado de 18 años también fue abatido.
A Maite le gustaba la educación física, en la que se destacaba. Después de que muriera, su maestra le envió un mensaje de texto a su madre en el que le decía que la niña era muy competitiva en kickball y corría más rápido que todos los chicos.
LA MASACRE ESCOLAR SACUDIÓ AL PEQUEÑO PUEBLO DE UVALDE, EN TEXAS
Siempre había sido una alumna con calificaciones excelentes hasta que la escuela suspendió las clases presenciales debido a la pandemia de COVID-19. La enseñanza vía Zoom no le sentó bien y sus calificaciones bajaron mucho.
Pero al regresar a la escuela, Maite se recuperó: sólo calificaciones de A y B. Estaba entre los estudiantes de honor que fueron homenajeados durante una asamblea el martes en la mañana.
“Trabajaba duro, yo sólo la animaba”, dijo su madre Ana Rodríguez en una entrevista el jueves en su mesa del comedor, sobre la que había un ramo de rosas rojas, el certificado de la lista de alumnos destacados y fotos de Maite.
Horas después, Maite había fallecido. Su madre dijo que era una niña “enfocada en objetivos, competitiva, inteligente, brillante, bella, feliz”.
Cuando iba al jardín de niños, Maite dijo que quería ser bióloga marina y se mantuvo aferrada a esa meta. Buscó un programa en la Universidad de Texas A&M en Corpus Christi y le dijo a su madre que quería estudiar ahí.
“Estaba muy motivada. Definitivamente era especial. Iba a ser alguien, iba a ser alguien muy, muy especial”, dijo Rodríguez.
Jacklyn Cazares, que iba a cumplir 10 años el 10 de junio, era “un cohete” de mente enérgica que quería ayudar a la gente que pasa necesidad, dijo su padre. Jacklyn y su prima segunda, Annabell Rodriguez, eran especialmente unidas con otras tres compañeras de la primaria Robb.
“Todas se han ido”, dijo Javier Cazares. “Todas sus mejores amigas también fueron asesinadas”.
A pesar de su corta edad, Jacklyn era enérgica y compasiva.
“Tenía voz”, dijo su padre. “No le agradaban los abusadores, no le gustaba que a algún chico lo maltrataran. En resumen, estaba llena de amor. Tenía un gran corazón”.
“Era un personaje, un pequeño cohete”, agregó.
Cazares llevó el martes a su hija en coche para la ceremonia de premiación. Unos 90 minutos después, la familia recibió una llamada en la que le avisaban que había un agresor armado activo.
“Salí disparado”, dijo. “Mi nena estaba en problemas”.
“Había más de 100 personas afuera esperando. Era un caos”, dijo en referencia a la escena en la escuela. Se impacientó con la respuesta de la policía e incluso propuso ingresar corriendo con otras personas que estaban allí.
Cazares dijo que su sobrina siguió a una ambulancia hasta el hospital y vio a Jacklyn siendo trasladada al interior. Pronto llegó toda la familia y durante tres horas solicitaron a representantes del hospital que les dieran información. Suplicaron, lloraron y mostraron fotografías de Jacklyn. Finalmente un pastor, un policía y un doctor se dirigieron a ellos.
“Mi esposa preguntó: ‘¿Está viva o muerta?’”, dijo Cazares. “Respondieron algo así: ‘No, se ha ido’”.
Ryan Ramirez también salió corriendo hacia la primaria Robb tras enterarse del tiroteo, con la esperanza de encontrar a su hija Alithia y llevársela a casa, informó KTRK-TV. Pero Alithia también estaba entre las víctimas.
La página de Facebook de Ramirez incluye una foto, que ya ha dado la vuelta al mundo, de la niña con una camiseta multicolores que anunciaba que ya había salido de las edades “de un solo dígito” después de que cumpliera 10 años. La misma foto fue publicada nuevamente el miércoles sin palabras, pero con Alithia con alas de ángel.
El duelo aumentó el jueves cuando se confirmó el fallecimiento del desconsolado esposo de una de las maestras asesinadas, Irma Garcia, de 48 años.
Joe Garcia, de 50 años, había depositado flores el jueves en una cruz dedicada a su esposa, informó The New York Times. “Prácticamente se desplomó” tras regresar a su casa y murió de un ataque cardíaco, dijo su sobrino John Martinez al periódico.
La arquidiócesis de San Antonio y la casa funeraria Rushing-Estes-Knowles Mortuary confirmaron el deceso de Joe Garcia a The Associated Press. La AP no logró comunicarse con la familia Garcia el jueves.
La pareja, que estuvo casada durante 24 años, tenía cuatro hijos. En un mensaje publicado en la página web de la escuela en el que Irma Garcia se presentaba a sus alumnos al iniciar el año escolar, les dijo que le encantaban las parrilladas, escuchar música y “hacer recorridos por el campo” a la cercana comunidad de Concan.
El año escolar concluyó el jueves, el 23ro en que la maestra Irma impartía clases. Previamente había sido nombrada maestra del año en la escuela y en el 2019 la Universidad Trinity la galardonó con el Premio Trinity a la Excelencia en Educación.
Durante cinco años había dado clases junto a la maestra Eva Mireles, que también fue asesinada.
Mireles difundió en la página de la escuela al comenzar el año escolar que había dado clases durante 17 años. Mencionó a su “familia solidaria, divertida y amorosa”.
“¡Bienvenidos al 4to grado! ¡Nos espera un año maravilloso!”, escribió.
Dos de las víctimas no querían asistir a la escuela ese día.
El nieto de Carmelo Quiroz, Jayce Luevanos, de 10 años, había suplicado ir el martes con su abuela, que acompañaría a los alumnos de kínder de su bisnieta al zoológico de San Antonio.
Pero la familia le dijo a Jayce que no tenía sentido faltar a la escuela en un momento en que el fin de cursos estaba tan cerca, señaló Quiroz. Además, a Jayce le gustaba la escuela.
“Por eso mi esposa está tan dolida, porque él quería ir a San Antonio”, dijo Quiroz al periódico USA Today. “Él estaba muy triste por no haber podido ir. Quizá si hubiera ido, estaría aquí”.
La prima de Jayce, Jailah Nicole Silguero, de 10 años, también quería faltar ese día a la escuela. La madre de Jailah, Veronica Luevanos, dijo entre lágrimas a una cadena de TV que Jailah parecía presentir que iba a suceder algo malo.
La amiga de Jailah, Nevaeh Alyssa Bravo, también fue asesinada, y su tía indicó que el nombre de Nevaeh significa cielo en inglés deletreado al revés. En Facebook, Yvonne White llamó “nuestros ángeles” a Nevaeh y Jailah.
Dos hombres que respondieron a la emergencia en la escuela debido al tiroteo descubrieron que sus hijos estaban entre las víctimas.
Felix Rubio, agente del alguacil del condado Uvalde, y su esposa habían estado en la escuela el martes en la mañana para celebrar con su hija Alexandria “Lexi” Rubio, de 10 años, que estuviera incluida en la lista de alumnos destacados con calificaciones excelentes y que recibiera una distinción de buena ciudadana.
Kimberly Rubio escribió en Facebook: “Le dijimos que la amábamos y la recogeríamos al concluir las clases. No teníamos ni idea de que esto era una despedida”.
El asistente médico Angel Garza también corrió para llegar a la escuela y encontró de inmediato a una niña cubierta de sangre entre los aterrorizados niños que salían del lugar.
“No estoy herida. Él le disparó a mi mejor amiga”, dijo la niña a Garza cuando él ofreció ayudarla. “Ella no está respirando. Ella sólo intentaba llamar a la policía”.
Su amiga era Amerie Joe Garza, hijastra de Angel Garza.
Amerie era una niña feliz que había alcanzado el cuadro de honor y le encantaba pintar, dibujar y hacer cosas con arcilla. “Era muy creativa”, dijo su abuela Dora Mendoza. “Era mi bebé. Cada vez que veía flores solía dibujarlas”.
Se abrieron páginas de GoFundMe para muchas de las víctimas, incluida una a nombre de todas las víctimas y en la que se han recaudado más de $3.7 millones.