Religión y Espiritualidad

El papa Francisco cumple diez años en el Vaticano

Tiene 86 años y ha dejado de hablar de retirarse; recientemente describió el papado como un trabajo para toda la vida.

El papa Francisco tiene 86 años.
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CIUDAD DEL VATICANO — Ha pasado demasiado para un pontificado tan corto.

El papa Francisco celebra el lunes el 10mo aniversario de su elección, superando con creces los “dos o tres” años que una vez contempló para su papado y sin mostrar signos de bajar el ritmo.

Al contrario, con una agenda llena de problemas y planes y sin la sombra del papa emérito Benedicto XVI, Francisco, de 86 años, ha dejado de hablar de retirarse y recientemente describió el papado como un trabajo para toda la vida.

EL PAPA FRANCISCO TIENE 86 AÑOS

El primer papa latinoamericano de la historia ya ha dejado huella y su impacto podría aumentar en los próximos años. Pero, hace una década, el jesuita argentino estaba tan convencido de que no saldría elegido que estuvo a punto de perderse la última votación mientras charlaba con otro cardenal en el exterior de la Capilla Sixtina.

“El maestro de ceremonias salió y dijo ‘¿Y ustedes van a entrar o no van a entrar?’”, recordó Francisco en una entrevista reciente con The Associated Press. “Era mi resistencia inconsciente a entrar, después me di cuenta”.

Fue elegido el 266to papa en la siguiente votación.

Francisco tuvo una gran curva de aprendizaje sobre los abusos sexuales cometidos por el clero. En un primer momento restó importancia al problema, de forma que llevo a los sobrevivientes a cuestionarse si “lo entendía”. El cambio llegó cinco años después de asumir el cargo tras una problemática visita a Chile.

Durante el viaje, descubrió una grave desconexión ente lo que los obispos chilenos le habían contado acerca de un destacado caso y la realidad: cientos o miles de fieles chilenos habían sido violados y agredidos por sacerdotes católicos durante décadas.

“Ahí me convertí”, contó a la AP. “Ahí se me explotó la bomba, cuando vi la corrupción de muchos obispos en esto”.

Desde entonces, ha aprobado una serie de medidas destinadas a que la jerarquía eclesiástica asuma responsabilidades, pero los resultados han sido dispares.Benedicto destituyó a unos 800 sacerdotes, pero Francisco parece mucho menos dispuesto a expulsar a los abusadores, lo que refleja la resistencia que existe dentro de la jerarquía a los esfuerzos para apartar del sacerdocio a los agresores de forma permanente.

Ocurrió cuando mencionó el sufrimiento de los ucranianos.

La próxima etapa en la crisis ya se ha manifestado: los abusos sexuales, espirituales y psicológicos a adultos por parte del clero. Francisco es consciente del problema — un nuevo caso implica a uno de sus compañeros jesuitas — pero no parece que haya voluntad de tomar acciones firmes.

Cuando se escriba la historia del pontificado de Francisco, es posible que se dediquen capítulos enteros a su énfasis en la “sinodalidad”, un concepto que tiene poco significado fuera de los círculos católicos pero que podría pasar a la historia como una de las contribuciones eclesiásticas más importantes de Francisco.

Un sínodo es una reunión de obispos, y la filosofía de Francisco de que estos deben escucharse entre ellos y a los laicos ha llegado a definir su visión de la Iglesia: quiere que sea un lugar donde los fieles sean bienvenidos, acompañados y escuchados.

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De los celebrados en estos 10 años han salido algunos de los momentos más importantes, y controvertidos, de su papado.

Tras escuchar la difícil situación de los católicos divorciados durante un sínodo sobre la familia en 2014 y 2015, por ejemplo, abrió la puerta a permitir que las parejas divorciadas y casadas de nuevo civilmente recibieran la Comunión. Los llamados a permitir el matrimonio en sacerdotes marcaron el Sínodo Amazónico de 2019, aunque Francisco rechazó finalmente la idea.

El de octubre ha supuesto un sondeo sin precedentes entre los fieles católicos acerca de sus esperanzas para la Iglesia y los problemas con que se han encontrado, provocando pedidos de las mujeres para tener un mayor rol de liderazgo, incluyendo la ordenación.

Los tradicionalistas católicos se mostraron recelosos cuando Francisco se presentó por primera vez como papa en la logia de la Basílica de San Pedro sin la capa roja que sus antecesores empleaban en los actos formales.

y a quienes pedirá perdón en este viaje por las responsabilidades de la Iglesia católica en los abusos a los que fueron sometidos en las escuelas donde fueron internados para los llamados procesos de asimilación.

Sin embargo, nunca esperaron que revirtiese una de las decisiones emblemáticas de Benedicto al imponer de nuevo restricciones a la antigua misa en latín, incluyendo dónde y quién puede oficiarla.

Aunque esta decisión solo ha afectado de forma directa a una pequeña parte de los católicos que asisten a misa, la represión de la misa tridentina se ha convertido en un llamado a las armas para la oposición conservadora a Francisco.

El pontífice justificó su decisión alegando que la decisión de Benedicto de liberalizar la celebración de la misa antigua se había convertido en una fuente de división en las parroquias. Pero los tradicionalistas ven las renovadas restricciones como un ataque a la ortodoxia contradictorio con su mantra de “todos son bienvenidos”.

“En lugar de integrarlos en la vida parroquial, la restricción en el uso de iglesias parroquiales marginará y empujará a la periferia a los fieles católicos que solo quieren rezar”, lamentó Joseph Shaw, de la rama británica de la Sociedad de Misa en Latín.

Aunque las perspectivas de que el papa ceda a corto plazo no son halagüeñas, los tradicionalistas tienen el tiempo de su parte ya que saben que, en una institución con 2.000 años de antigüedad, vendrá otro que esté más abierto al viejo rito.

Las ocurrencias de Francisco sobre el “genio femenino” han hecho estremecer a las mujeres durante mucho tiempo.

Las teólogas son la “fresa del pastel”, dijo en una ocasión. Las monjas no deberían ser “solteronas”, afirmó. Europa no debería ser una “abuela” estéril e infértil, contó a los legisladores de la Unión Europea, una declaración que le valió una airada llamada telefónica de la entonces canciller de Alemania, Angela Merkel.

Pero también es cierto que Francisco ha hecho más por promover a la mujer en la Iglesia que ninguno de sus antecesores, incluyendo el nombramiento de varias para puestos de alto perfil en el Vaticano.

Eso no quiere decir mucho ya que apenas uno de cada cuatro empleados de la Santa Sede es mujer, que ninguna dirige un dicasterio, o departamento, y que Francisco ha mantenido la doctrina que prohíbe que ejerzan el sacerdocio.

Pero la tendencia está ahí y “no hay posibilidad de volver atrás”, dijo María Lía Zervino, una de las tres primeras mujeres elegidas para una oficina vaticana que ayuda al pontífice a seleccionar obispos en todo el mundo.

La insistencia de Francisco en que los católicos de la comunidad LGBTQ, marginados durante mucho tiempo, puedan encontrar un hogar acogedor en la iglesia puede resumirse en dos frases que han marcado su papado hasta la fecha: “¿Quién soy yo para juzgar?” y “Ser homosexual no es un delito”.

Entre esas declaraciones históricas, Francisco hizo del acercamiento a la comunidad otro sello distintivo de su papado.

Atiende a miembros de una comunidad transexual en Roma. Ha asesorado a parejas homosexuales que quieren educar a sus hijos en el catolicismo. Durante una visita a Estados Unidos en 2015, hizo pública una reunión privada mantenida con un antiguo alumno homosexual y su pareja para contrarrestar la narrativa conservadora tras recibir a un activista contrario al matrimonio entre personas del mismo sexo.

“El papa le está recordando a la Iglesia que la forma en la que la gente se trata en sociedad tiene una importancia moral mucho mayor que lo que la gente pueda hacer en la intimidad de su dormitorio”, afirmó Francis DeBernardo, de New Ways Ministry, que aboga por una mayor aceptación de los católicos LGBTQ.

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